Desde el Sur Dominicano
Doña Blanca Kais Barinas lleva la patria en el corazón. Lleva en su alma un trozo de aquello que nos distingue como pueblo. Ella trae en sus recuerdos esos episodios de la vida campesina de un ayer perdido entre las brumas del tiempo. Con una prosa exquisita, fruto de una pluma bien entrenada en las tablas de la literatura, Doña Blanquita nos ha desentrañado la vida del campesino dominicano, sus creencias, sus virtudes, sus alegrías y sus pesares, en una colección de cuentos que ha llamado “El Compromiso”.
Los relatos están narrados en un lenguaje sencillo, diáfano y elegante. Con ellos Doña Blanquita recorre el camino real, lleno de polvo, se adentra en los trillos de nuestros campos y nos lleva por los valles, montañas y cordilleras de esta media isla poblada de recuerdos añejos, como el andullo de Concho Primo.
Las profundidades de los campos están habitadas por miradas tristes en colinas lejanas, donde los bohíos se alumbran con lámpara de kerosene en esas noches rondadas de supersticiones.
En el centro está el fogón y alrededor los viejos cuentan historias de épocas lejanas, salpicadas de misterios y leyendas.
A los lejos el carretero arrea los bueyes en una tarde que se marcha oliente a sudor y en los cielos de la faena una trulla de “lauras” olfatean la presa moribunda.
Son vivencias de las tierras orientales donde Doña Blanquita vivió los sueños rosados de su infancia, para legarnos con su narrativa el recuerdo de un pasado que se va perdiendo con los pasos arrolladores de la modernidad.
Nativa de San Cristóbal, Doña Blanquita fue a vivir con su padre a Hato Mayor, donde anidó las costumbres campesinas que hoy pasan por sus recuerdos como si se tratara de una cinta cinematográfica, y que hoy plasma en “El Compromiso”, donde se plasma el carácter del hombre y la mujer rural, en medio del ambiente cálido que les ha tocado vivir.
Con su narrativa, Doña Blanquita nos recuerda al escritor cubano Onelio Jorge Cardoso, quien nos dejó a su paso por este mundo una pintura inolvidable de las alturas rurales de la tierra del apóstol José Martí, quien también le cantaba al gentío descalzo con una poesía que traspasará incontenible los siglos de los siglos.
“Un silencio incrédulo cubría al grupo sin que nadie se atreviera a romperlo, hasta que Juan, vacío el corazón, con la certeza de lo presentido, le hizo a José una pregunta, una sola, dolida, abierta:
-Por qué vino, compadre, por qué vino?
Y José, mirándolo de frente, fuerte y seguro, sin miedo le contestó:
-El compromiso, compadre, el compromiso.
Y se fue por el camino, delante del alcalde y sus hombres, sabía Dios hasta cuándo”.
En ese episodio, Doña Blanca, muestra la rigidez y la regia formación del hombre dominicano, incapaz de faltar a su palabra, pues sabe que la palabra es sagrada y el que la viola se deshonra, se aparta de la comunidad. José ha venido a cumplir con el compromiso del convite, pese a que en la madrugada ha cometido un terrible delito.
En la colección hay otros cuentos de igual valor narrativo, como “Lluvia Oquendo”, “Si esta tierra fuera mía”, “La Puerta grande”, “El regreso”, “El hombre verdadero”, “La visa de la abuela”, “La Venganza”, “Las Sillas”, y “La última Palabra”.
Antes, Doña Blanquita nos había entregado el poemario “El Giro Azul”, donde encontramos trozos de líricas salidas de su alma:
“El giro azul”
“Un amplio giro azul hizo mi mano
Pero no me asombré de que así fuera
Si hay rosas que se duermen en la arena
Y campanas que suenan en silencio,
Y rocas esperando a la distancia.
Si hay sonrisas tendidas en el viento
Y gotas de ansiedad en los espacios,
¿Por qué mi giro azul es imposible?”.
Doña Blanquita es un remanso de cultura, una biblioteca viviente, con quien uno se llena de paz y recuerdo al leer o escuchar sus anécdotas que brotan al mismo ritmo del vaivén de su mecedora, en la terraza de su antigua residencia en la ciudad de San Cristóbal.
Petion Ville, Haití, en estos días lluviosos de mayo del año 2009.-
HECTOR PASTOR VASQUEZ FRIAS
El Autor es Ministro Consejero de la Embajada Dominicana, Haiti
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