PROF. HIGINIO BAEZ: Guanibey en la perspectiva de un lector amigo

A Pastor Vásquez lo conocí a principio de la década de los ochenta cuando era estudiante del Liceo Publico de la Victoria, que yo dirigía .Aquel joven imperceptible, delgadísimo, parecía un esqueleto sonriente. Apacible, tranquilo. Era un muchacho bueno. Después de leer más de una vez su bella obra, Guanibey, me conforma saber que esa alma indulgente no ha sido corroída por la presunción, la vanidad, la maldad o la arrogancia. Sigue siendo, a pesar de su ascenso, un “muchacho” bondadoso, sano, sensible y virtuoso. Hoy vengo a saber que era de La Ceiba. Como lo era también una de las mujeres más tiernas y nobles de aquellas comarcas: la maestra Pastora Margarita Mercedes Mambrú. Como se ve, me estoy aprovechando de esta oportunidad para un breve homenaje póstumo y sé que esta mención no le desagrada al autor. Hace mucho tiempo que sigo a Pastor, pues algunos de estos relatos fueron publicados en la prensa Escrita. En el periódico Hoy. Desde aquellas lecturas quedé impresionado. ¡ Que dulce hallazgo¡. Cuanta alegría siente un maestro cuando ve a sus estudiantes ascendiendo por promisorias cumbres. Yo no sé escribir bien pero, al menos, he aprendido a leer. Precisamente, me permito aclarar que es desde mi condición de lector que puedo comentar la obra Guanibey, puesto que no soy literato de oficio y mucho menos crítico literario. Estas historias habitan en el ámbito mágico religioso de la conciencia ingenua: la vida de los bateyes, los residuos de la montonera, el rigor de la dictadura, las fantasías de los cuenteros y tres excelentes relatos sobre personajes emblemáticos de la historia de Haití. Danzan en sincronía multicolor estos trazos de memoria entrelazados por el sufrimiento, el dolor, la alegría, el humor, la tristeza, el trabajo, la valentía, la convulsionada vida y la inexorable muerte, todo puesto a merced de la palabra como una ofrenda exigida por el imperativo de la belleza. El autor ha logrado liberar estas historias orales de las redes con las quelas aprisionaba el olvido y ha vivificado y hecho trascendente, a su manera, hecho y nombre que se acumularan en el acervo de quien entre en el festín de su deleite. Estos relatos tienen las fibras, el sabor, los recursos de la buena literatura. Literatura popular cargada de imágenes cautivadoras donde sobresalen la hipérbole y la parábola. Pastor Vásquez tiene un gran sentido de sugestión y de anticipación. En muchas de estas historias y leyendas el primer párrafo nos aprisiona de tal manera que el único remedio es leerla sin despegarnos, hasta el final, de ella. Así sucede por ejemplo en: el último gesto del general Salnave que inicia así : Cuando se lo llevaban al patíbulo, el general Sylvain Salnave se quito el sombrero y saludó con reverencia a los jefes revolucionarios que observaban, con pena, desde el balcón del Palacio de Gobierno. En ese primer párrafo están escondidas las cadenas implícitas que nos aprisionaran hasta llegar al punto final. A veces nos sorprende con un lance de picardía como en el relato Cabo e vela: A los bueyes les ponían nombres raros. Yo conocí en mi niñez a un carretero que a un buey le llamaba Cebacuero, a otro Cubero y a otro !Ay no! O en camino de Manatí, cuando Erik Weber rogó que le llamaran solo Erik, pues la gente había convertido aquel apellido en una palabra morbosa que convidaba a la risa. En el relato: No me montares más en ese caballo “, el autor no concluye nada y lo concluye todo. El asunto está en adivinar por qué se desviaba ese caballo. Cosa que si el autor no quiso decir, mucho menos voy a decir yo. Se equivoca quien piense que el autor de esta bellísima leyendas ha vaciado en un libro lo que oyó de los mayores. Pastor es un fabulador, un gran orfebre de la palabra, un depurado narrador. Sus mejores relatos son, precisamente aquellos que no están vinculados a vivencias, sino que forman partes de la historia de Haití: La muerte de Carlomangno Peralta, la muerte de Saint- Amour, y el último gesto del general Salnave. Son tres relatos conmovedores, estéticamente depurados, donde se armonizan ficción y realidad para ofrecernos, en una prosa sonora y veloz una creación extraordinaria. Se diría que su universo principal, donde concurren la mayoría de las tramas está limitado por el pequeño entorno rural de donde procede y por la recurrencia del Ingenio y de su mundo subsidiario, pero no ha de olvidarse aquella sentencia de Charles Baudelaire a propósito de la novela Madan Bovary de Gustave Flaubert: “.Todos los temas son indiferentes buenos o malos según la manera en que sean tratados y los más vulgares pueden convertirse en los mejores. Yo creo que Pastor Vásquez conoce el juicio de William Somerset Maugam cuando dijo:”. No se debe escribir como se habla, tampoco se puede hablar como se escribe; Pero la lengua escrita solo tiene vida y vitalidad en la medida que se base con firmeza en el lenguaje corriente. Haciendo acopio de ese lenguaje, y enriqueciéndolo con la ficción, el autor de Guanibey nos presenta un texto sugerente tamizado en una “ facilidad estilística” que convida a leer y continuar hasta agotar el libro. Se pueden decir tantas cosas sobre estos tejidos de realidad y de invenciones. Me limito a recomendarlos como incitación a una lectura fascinante que toca el fondo de nuestras raíces insulares donde la riqueza cultural se nutre cada día del aporte de la diversidad. Cuando José Saramago tenía 25 años escribió su primera novela: Tierra de pecado. Pese a las críticas estimulantes que recibió el laureado escrito permaneció veinte años sin volver a escribir. Y su fama empezó cuando a los 60 años de edad público: Memorial del Convento. Sabemos que el autor de Guanibey tiene muchas cosas que contar y que escribir, y eso esperamos de esta nueva promesa de nuestras letras. Me he sentido tentado a escribir una canción, aún no depurada, empinándome sobre las que sostienes estas hermosas leyendas, algunos de cuyos versos hoy adelanto. Huele a zafra y a bueyes por los caminos de central / pita del tren del recuerdo sobre rieles de olvido/en el sueño extendido verde y acre del cañaveral/Las manos laceradas del brasero / señalan cien caminos / por donde fue a ocultase su pasado / oro amargo del dulce en la molienda / triturando la fuerza de trabajo / El batey es un trapo ya roído flameando en la memoria / Y en las noches callada del boyero /sus foetes aun repican entre brumas / desde las altas campanas del misterio /Huele a muerte y a ruina y a nostalgia /en la vejez del río, bajo las nubes / en los secretos del sendero. Todos los lauros para Pastor Vásquez y buen augurio a su obra. Gracias por el ingenio de su creación que tanto me ha cautivado. Y gracias a Virtudes por brindarme tan honrosa encomienda. Higinio Báez Santo Domingo 21 de Marzo 2013