PASTOR VASQUEZ
ceyba@hotmail.com
A la memoria de Doña Asela Mera de Jorge, mujer de gran valía en la sociedad nuestra.
Manuel Frías, 38 años de edad, guardiacampestre desde los días del generalissimo Chapita, va en un joven potranco, cubierto de un terciopelo rojizo, con herraduras españolas.
Lleva al cinto su revolver Tauro, cacha blanca, que contrasta con el traje gris de tela inglesa que hoy lleva Don Manuel Frias, pese a que es un buen jueves para el trabajo… y, a lo lejos, en San Luis, el ingenio Ozama está moliendo.
Porta un sombrero verde, de tela, con copa puntiaguda, como la de un mago gitano…El caballo sigue levantando el polvo del camino real al avanzar por la misma ruta que había recorrido hacía años una tarde triste de otoño el hacendado Chino Manzuetam cuando fue asesinado mientras entonaba una canción, que parecía gustarle a su caballo árabe:
“Dejaré mi tierra por ti, dejaré mis campos y me iré lejos de aquí…cruzaré llorando el jardín….El día viviré pensando en tu sonrisa, de noche las estrellas me acompañarán…..”.
En una casa pintada de verde olivo, de Madera y zinc, que se dice es más vieja que San Zenón, con un patio lleno de frutos y una grama paradisiacal, vivía Camille Doré, en las afuera del batey…..
El caballo sigue avanzando con su amo de jinete y ya va pasando el río Cabón y Manuel Frías va soltando un silvido melancólico, que atraviesa los palmares y entona con los pájaros de la tarde…Cuando pasa frente al caserío de Manatí Saluda con una sonrisita pícara y desganada que apenas deja ver el diente de oro.
Camille Doré avanza con su baton que soporta el peso de 80 años de vida peregrine…. Sale de la casa verde, contempla el verdor de los campos, mira hacia el cielo como quien trata de adivinar el estado del tiempo y decide seguir sus pasos hasta el lporton que da acceso a su propiedad desde el camino real.
Y por el camino real viene Manuel Díaz, con el silvido aquel, que no pertenecía a la canción de Chino Manzueta el día de su muerte, ni a ninguna otra canción…..
Camille Doré llegó hace cuchumil años en el vapor “Coleman” {!Avemaria purísima!} y desde entonces su vida era el ingenio. Ahora ya estaba retirado de su trabajo de maquinista, pero en sus pesadillas veía un tren cargado de caña que se perdía en el infinito, conducido por unos negros de Saint Thomas !Jesus magnifica, anima mea!
Manuel Frias parece que había salido de San Francisco, donde tenía su mansion Victoriana, rumbo a Santa Ana, detrás -dijeron lueguito algunas lenguas- de unos asuntitos de faldas….
Y va llegando al batey donde la gente saldrá a saludarlo como a un patriarca, porque Don Manuel es Don Manuel, con sus bigotes mexicanos y su voz argentina.
Camille Doré camina con la nostalgia de cada tarde, porque atrás, muy atrás hace años quedó su amada isla Saint Thomas….todas las tardes se sienta en el patio de su casa, frente al camino real, en su mecedora de caoba, y dilata la Mirada al cielo como queriendo aprisionar los recuerdos de su vieja tierra, donde jamás había podido volver, pues cuando zozobró el Coleman, en agues del Mar Caribe, Camille Doré, que era todavía muy joven, no pudo hacer el viaje, por no sé cuales rezones…..
Después Camille Doré, entre el dolor y la soledad por haber perdido a sus mejores amigos de patria en aquella tragedia, casó con una negra de Yamasá y juró que jamás subiría a un barco de esos que botan humo.
Y el caballo de Manuel Frías ya pasa el batey, se va acercando más lento, porque el jinete le hala las riendas, que muestre sus pasos finos a medio pueblo que ve pasar a aquella figura bohemia.
Camille está sentado en la mecedora y de repente parece congelada su Mirada….
Manuel Fríaz lo está viendo desde su caballo, sentado allí como un patriarca, petrificado… Le “cosa” ver así al Viejo Camille Doré. Entonces, libera su mano derecha y con la izquierda lleva la rienda….
Levanta lentamene la mano derecha, en la que lleva un anillo de corozo, que decía lo había heredado de su bisabuelo que era general de División, en la era de Concho Primo, y lo hace…….
Una paloma se asienta en ese momento en el hombro izquierdo de Camille Doré y Manuel Frías ya va pasando con su mano tendida al cielo y esa sonrisita….., pero se devuelve, da vuelta a su caballo….
Camille Doré no ha respondido su saludo:
“Qué le pasa, caray, que lo saludo y no me hace caso”?
Camille Doré sigue como una estatua y Manuel Frías insiste por su saludo:
“Diga usted, es que no piensa saludarme?”
No podia saludarlo porque su alma había volado, con su nostalgia y sus recuerdos, a una lejana lejana isla llamada Saint Thomas.
Después, en el velorio, Manuel Frías se lamentaba de lo lento que había andado su caballo, porque no había podido llegar un tiempesito antes para que Camille Doré le diera su ultimo saludo.
Isla Margarita, Venezuela, noviembre del 2003.
ceyba@hotmail.com
A la memoria de Doña Asela Mera de Jorge, mujer de gran valía en la sociedad nuestra.
Manuel Frías, 38 años de edad, guardiacampestre desde los días del generalissimo Chapita, va en un joven potranco, cubierto de un terciopelo rojizo, con herraduras españolas.
Lleva al cinto su revolver Tauro, cacha blanca, que contrasta con el traje gris de tela inglesa que hoy lleva Don Manuel Frias, pese a que es un buen jueves para el trabajo… y, a lo lejos, en San Luis, el ingenio Ozama está moliendo.
Porta un sombrero verde, de tela, con copa puntiaguda, como la de un mago gitano…El caballo sigue levantando el polvo del camino real al avanzar por la misma ruta que había recorrido hacía años una tarde triste de otoño el hacendado Chino Manzuetam cuando fue asesinado mientras entonaba una canción, que parecía gustarle a su caballo árabe:
“Dejaré mi tierra por ti, dejaré mis campos y me iré lejos de aquí…cruzaré llorando el jardín….El día viviré pensando en tu sonrisa, de noche las estrellas me acompañarán…..”.
En una casa pintada de verde olivo, de Madera y zinc, que se dice es más vieja que San Zenón, con un patio lleno de frutos y una grama paradisiacal, vivía Camille Doré, en las afuera del batey…..
El caballo sigue avanzando con su amo de jinete y ya va pasando el río Cabón y Manuel Frías va soltando un silvido melancólico, que atraviesa los palmares y entona con los pájaros de la tarde…Cuando pasa frente al caserío de Manatí Saluda con una sonrisita pícara y desganada que apenas deja ver el diente de oro.
Camille Doré avanza con su baton que soporta el peso de 80 años de vida peregrine…. Sale de la casa verde, contempla el verdor de los campos, mira hacia el cielo como quien trata de adivinar el estado del tiempo y decide seguir sus pasos hasta el lporton que da acceso a su propiedad desde el camino real.
Y por el camino real viene Manuel Díaz, con el silvido aquel, que no pertenecía a la canción de Chino Manzueta el día de su muerte, ni a ninguna otra canción…..
Camille Doré llegó hace cuchumil años en el vapor “Coleman” {!Avemaria purísima!} y desde entonces su vida era el ingenio. Ahora ya estaba retirado de su trabajo de maquinista, pero en sus pesadillas veía un tren cargado de caña que se perdía en el infinito, conducido por unos negros de Saint Thomas !Jesus magnifica, anima mea!
Manuel Frias parece que había salido de San Francisco, donde tenía su mansion Victoriana, rumbo a Santa Ana, detrás -dijeron lueguito algunas lenguas- de unos asuntitos de faldas….
Y va llegando al batey donde la gente saldrá a saludarlo como a un patriarca, porque Don Manuel es Don Manuel, con sus bigotes mexicanos y su voz argentina.
Camille Doré camina con la nostalgia de cada tarde, porque atrás, muy atrás hace años quedó su amada isla Saint Thomas….todas las tardes se sienta en el patio de su casa, frente al camino real, en su mecedora de caoba, y dilata la Mirada al cielo como queriendo aprisionar los recuerdos de su vieja tierra, donde jamás había podido volver, pues cuando zozobró el Coleman, en agues del Mar Caribe, Camille Doré, que era todavía muy joven, no pudo hacer el viaje, por no sé cuales rezones…..
Después Camille Doré, entre el dolor y la soledad por haber perdido a sus mejores amigos de patria en aquella tragedia, casó con una negra de Yamasá y juró que jamás subiría a un barco de esos que botan humo.
Y el caballo de Manuel Frías ya pasa el batey, se va acercando más lento, porque el jinete le hala las riendas, que muestre sus pasos finos a medio pueblo que ve pasar a aquella figura bohemia.
Camille está sentado en la mecedora y de repente parece congelada su Mirada….
Manuel Fríaz lo está viendo desde su caballo, sentado allí como un patriarca, petrificado… Le “cosa” ver así al Viejo Camille Doré. Entonces, libera su mano derecha y con la izquierda lleva la rienda….
Levanta lentamene la mano derecha, en la que lleva un anillo de corozo, que decía lo había heredado de su bisabuelo que era general de División, en la era de Concho Primo, y lo hace…….
Una paloma se asienta en ese momento en el hombro izquierdo de Camille Doré y Manuel Frías ya va pasando con su mano tendida al cielo y esa sonrisita….., pero se devuelve, da vuelta a su caballo….
Camille Doré no ha respondido su saludo:
“Qué le pasa, caray, que lo saludo y no me hace caso”?
Camille Doré sigue como una estatua y Manuel Frías insiste por su saludo:
“Diga usted, es que no piensa saludarme?”
No podia saludarlo porque su alma había volado, con su nostalgia y sus recuerdos, a una lejana lejana isla llamada Saint Thomas.
Después, en el velorio, Manuel Frías se lamentaba de lo lento que había andado su caballo, porque no había podido llegar un tiempesito antes para que Camille Doré le diera su ultimo saludo.
Isla Margarita, Venezuela, noviembre del 2003.